No era ella la que había pronunciado mi nombre, por lo que ambas nos volvimos
para ver quién se unía a nuestra pequeña reunión. En realidad, yo no necesitaba
mirar para saberlo. Era una voz que habría reconocido en cualquier lugar, y a la
que también hubiera respondido, ya estuviera dormida o despierta. .. o incluso
muerta, estoy casi segura. La voz por la que habría caminado sobre el fuego o,
con menos dramatismo, por la que chapotearía todos los días de mi vida entre el
frío y la lluvia incesante.
Lo confieso tengo algo de masoquista adentro...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario