martes, mayo 07, 2013

Fantasmas

Otra vez!

Aunque nunca nos salga una buena idea, aunque nunca escribamos nuestra obra maestra, estos tres meses atrapados aqui juntos pueden bastar para unas memorias. O una pelicula. Un futuro que no consista en tener un trabajo normal. Sino en ser famoso.
Una historia que valga la pena vender.

El señor Whittier, nuestro villano,nuestro amo, nuestro demonio, a quien amamos y adoramos porque se dedica a torturarnos suspira.

Eso es lo que quiere la gente. Por la misma razón que vamos a las carreras para ver cómo chocan los coches. Como dicen los alemanes: «Die reinste Freude ist die Schadenfreude». Nuestro placer más puro viene del dolor de la gente a la que envidiamos. La forma más genuina de placer. El placer que uno siente cuando una limusina gira en el sentido incorrecto en una calle de sentido único.

Es por eso que nos encantan los conflictos, dice. Amamos odiar. Para detener una guerra, le declaramos la guerra. Tenemos que aniquilar la pobreza. Tenemos que combatir el hambre. Hacemos campaña y desafiamos y derrotamos y destruimos

El señor Whittier y la señora Clark están demasiado ocupados charloteando. Necesitamos que se pongan duros con nosotros. Nuestra historia necesita que nos azoten y nos golpeen


No que nos maten de aburrimiento.

  —Todo llamamiento a la paz mundial —diría el señor Whittier— es mentira. Una mentira muy bonita… nada más que otra excusa para luchar.

  No, nos encanta la guerra.

  La guerra. Las hambrunas. La peste. Nos llevan a la iluminación por la vía rápida.

  —Intentar arreglar el mundo —suele decir el señor Whittier— es señal de un alma muy, muy joven. Intentar salvar a cualquiera de la ración de tristeza que le pertoca.

  Siempre nos ha encantado la guerra. Nacemos sabiendo que la guerra es la razón de que estemos aquí. Y nos encanta la enfermedad. El cáncer. Nos encantan los terremotos. En este parque de atracciones que llamamos planeta Tierra, el señor Whittier dice que nos encantan los incendios forestales. Los vertidos de petróleo. Los asesinos en serie.

  Nos encantan los terroristas. Los secuestradores. Los dictadores. Los pederastas.

  Joder, cómo nos gustan las noticias de la televisión. Las imágenes de gente haciendo cola al lado de una fosa enorme y abierta, esperando a ser ejecutados por un nuevo pelotón de fusilamiento. Las fotos en revistas satinadas de más gente normal y corriente hecha pedacitos sanguinolentos por un suicida cargado de explosivos. Los boletines de la radio sobre choques múltiples en la autopista. Los corrimientos de tierras. Los hundimientos de barcos.

  Con las manos trémulas escribiendo un telegrama en el aire, el señor Whittier diría:

  —Nos encanta que se estrellen aviones.


En el corazón secreto de nuestro corazón, nos encanta ir en contra del equipo local.

  Contra la humanidad. Somos nosotros contra nosotros. Cada uno es su propia víctima.

  Nos encanta la guerra porque es la única forma en que terminaremos nuestro trabajo aquí. La única forma en que completaremos nuestras almas aquí en la tierra: la gran planta procesadora. La pulidora de piedras. El dolor, la rabia y el conflicto son el único camino. Adonde, eso no lo sabemos.

—Vosotros sois permanentes, pero esta vida no lo es —dice el señor Whittier—. Uno no espera visitar un parque de atracciones y pasarse en él el resto de su vida en el




Pensad que la vida es una planta procesadora, una fábrica.

  Imaginad un tambor giratorio para pulir piedras:

  un tambor lleno de agua y de arena.

  Pensad que vuestra alma es echada dentro como una fea roca,

  un material en bruto o un recurso natural, como petróleo crudo, o mena mineral.

  Y todos los conflictos y el dolor son los abrasivos que nos frotan,

  que pulen nuestras almas y nos refinan,

  que nos enseñan y nos completan durante una vida tras otra


Y pensad que habéis elegido saltar dentro, una y otra vez,

  sabiendo que ese sufrimiento es la verdadera razón de que hayáis venido a la tierra.

  El señor Whittier, con los dientes apelotonados en su mandíbula estrecha,

  con sus cejas como plantas rodadoras muertas, con sus orejas de murciélago extendidas

  y con las sombras de ejércitos desfilándole encima,

  Dice:

  «La única alternativa es que todos seamos eternamente estúpidos».

  Libramos guerras. Luchamos por la paz. Combatimos el hambre. Nos encanta luchar.



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